Tengo que encender el fuego de la cocina para calentar los dedos. Ya no los siento. Aprovechar esta ventana meteorológica era importante porque salir de aquí puede ser muy duro, Islandia ya me lo ha demostrado. Derrota. Hermosa palabra. Planificar esta derrota es apasionante, encontrar el camino entre sistemas de borrascas y anticiclones y cómo ese juego de ruedas dentadas poco uniformes nos complica o facilita según nuestra capacidad para dibujar esa derrota. Derrota. Maldita palabra, definitiva para muchos. Si al menos te derrotan en la lucha, una lucha con honor, no importa de igual a igual que lo importante es luchar. Pero y los pobres que no saben siquiera qué es la derrota porque es la situación en la que siempre han estado y no conocen otra cosa. Un piloto automático intentó derrotarme. Sabe que le necesito para navegar entre la fría Keflavik y la ardiente Cádiz. 1850 y pico millas para una apasionante derrota al oeste de una borrasca, al este de un anticiclón y con al menos una sorpresa que negociar en el camino. Esto ya pasó. Si tiene a bien leer estas líneas, ya habrán pasado unos cuantos días y realmente ahora,en este momento, no sé si me encuentra navegando o en tierra. Pero derrotado nunca. No me sentí derrotado ni cuando dos pilotos automáticos dijeron «no seguirás» en una regata vuelta al Mundo a vela, en solitario y sin escalas. Cómo será la cosa cuando le estoy escribiendo ahora a usted y le anuncio que sigo luchando por estar en la Global Solo Challenge, en 2027, de Vigo a Vigo. Y lucharé, claro que lucharé. Seguimos.

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