El navegante mallorquín Hugo Ramón apurar los últimos días de preparación para el cruce del Atlántico en Les Sables d'Olonne antes de tomar la salida, el próximo domingo 21 de septiembre, de su cuarta Mini Transat, la regata en solitario para barcos de 6,5 metros. La primera etapa unirá el puerto francés con Santa Cruz de La Palma (Canarias), mientras que la segunda cruzará el Atlántico de este a oeste hasta Guadalupe. En total, los participantes deberán completar unas 4.000 millas náuticas (7.400 kilómetros), una de las pruebas más exigentes en el calendario internacional de vela. Ramón, que navegará a bordo del Cristalmina-Majorica, recibió ayer la visita de 95 alumnos de la escuela Pasteur de Saintes, con quienes compartió sus vivencias en el mar y les explicó cómo nació su pasión por la navegación oceánica. Los escolares le sorprendieron con un gran dibujo de su barco en el que habían escrito sus nombres y el lema 'Tous avec Hugo' como muestra de apoyo. El mallorquín agradeció el gesto y conversó con ellos sobre los retos que afrontará en las próximas semanas, desde el duro cruce del Golfo de Vizcaya hasta la soledad de la travesía atlántica. Antes de la partida, el regatista protagonizará una izada simbólica del gallardete del Real Club Náutico de Palma (RCNP), la entidad en la que se formó como navegante y de la que actualmente es vocal de vela ligera. «Si hoy estoy aquí, a las puertas de mi quinta regata oceánica, es gracias en gran medida al ambiente y los valores que me ha dado el RCNP. El club es imprescindible para la ciudad y para la vela», aseguró. Ramón llega a esta La Boulangère Mini Transat tras cuatro años de preparación intensa. «He hecho esfuerzos sobrehumanos porque elegí la ruta personal de la perfección, pero estoy seguro de que todo habrá valido la pena cuando el océano vuelva a transformarme en lo que quiero ser en los próximos años», explica. Para él, esta regata supone también un ejercicio de comparación consigo mismo: «Quería ver mi evolución desde que hice mi primera Mini Transat con 20 años. Hoy tengo 40, estoy más calmado, soy más planificador y dispongo de herramientas más potentes, pero la última palabra siempre la tiene el océano». La primera gran prueba será el paso del Golfo de Vizcaya, donde son habituales condiciones duras de viento y mar. Antes de la bajada por la costa portuguesa será necesario adoptar decisiones estratégicas difíciles, como la elección del lado por el que rodear el dispositivo de separación de tráfico de Finisterre, una maniobra que condiciona el resto de la etapa hasta Canarias. Tras una escala de alrededor de 25 días en La Palma, la flota afrontará la segunda etapa, unas 2.700 millas hasta Guadalupe. Allí, los regatistas deberán aprovechar los vientos alisios, encadenar trasluchadas y vigilar fenómenos meteorológicos como las Ondas del Este y los chubascos nocturnos. «Son días sin ver tierra, en los que la rutina es lo único que existe: trimar, estudiar la meteo, reparar, comer, dormir. El océano y la soledad lo amplifican todo: el miedo, la calma, la gratitud», describe Ramón, convencido de que lo tiene todo -barco, preparación y mentalización- para estar en la vanguardia de la flota de barcos de serie. «Estoy ansioso por zarpar».
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