<r>Criada entre los astilleros de la gélida Gdansk, a orillas del Mar Báltico, la joven Iwona Pienkawa dejó una huella imborrable en la historia de la vela. Y es que fue, con tan solo 18 años, la primera regatista que dobló el Cabo de Hornos y una de las más jóvenes en completar la Withbread Round the World Race. Lo hizo en 1974, una época en la que la paridad sexual aún era una utopía y en la que era difícil imaginar a una mujer a bordo de un desafío tan magno como la Vuelta al Mundo. Obstinada, Iwona logró su objetivo. Sin embargo, tan solo un año después, un accidente de tráfico segó su vida. Su muerte, prematura, unida a su hazaña en el mar, le confieren a su figura esa pátina de romanticismo que envuelve a aquellas personas que se marchan antes de tiempo.
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“Era atleta, artista, filósofa y aventurera”, retrata su hermana Renata. Por eso, desde muy pronto quiso seguir los pasos de su padre Zdzislaw, arquitecto naval y marinero. Inquieta y transgresora -fumaba en pipa y acostumbraba a lucir una vestimenta siempre negra- comenzó a navegar con nueve años. En plena adolescencia, su progenitor decidió embarcarse en la ardua odisea de circundar el planeta a través del agua. Y ella, a contracorriente de las voces que decían que aquello se trataba de una locura, lo contempló como un hermoso desafío. Le costó convencer al rudo Zdzislaw, pero finalmente consiguió su objetivo, con la condición de que ciñese su tarea a la cocina y, de modo excepcional, hiciese alguna que otra guardia.
Convenció a su padre Zdzislaw para embarcarse en el Otago, pero con la condición de que ciñese su tarea a la cocina y a alguna que otra guardia
No lo dudó Iwona, recién adentrada en la universidad para cursar los estudios de arquitectura. Se subió al Otago, capitaneado por su propio padre. Un barco construido en 1959, de 18 metros de largo y cuatro de ancho, junto a nueve hombretones. Ahí nació su periplo, que partió desde Portsmouth y cruzó metas volantes en Ciudad del Cabo, Sydney y Río de Janeiro antes de regresar a la localidad inglesa. Por el camino, interminables horas entre pucheros y un hornillo. También, episodios inolvidables y recogidos posteriormente en Otago, Otago. Salud. Su obra. Un libro en el que relata la experiencia y describe sus sentimientos a lo largo de la primera regata en la historia de la Volvo. La belleza aturquesada del agua, las viriles conversariones de sus compañeros de expedición, las lecturas existencialistas de Proust que inspiraron muchos de sus pensamientos. O la noche del 5 de febrero de 1974, cuando atravesó el Cabo de Hornos a las cinco de la mañana. Ella simplemente hervía un poco de leche en ese momento.
[BBvideo 560,340]<YOUTUBE id="6X3X8qYIgIo" url="http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=6X3X8qYIgIo"><URL url="http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=6X3X8qYIgIo"><LINK _TEXT text="http://www.youtube.com/watch?feature=pl ... X3X8qYIgIo">http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=6X3X8qYIgIo</LINK_TEXT></URL></YOUTUBE>[/BBvideo]
Solo tres mujeres completaron las cuatro etapas de aquella edición de 1973-1974. Una de ellas fue Iwona, de mirada profunda y ojos oscuros. Las otras dos, la italiana Zara Pascoli, a bordo del Tauranga, y la británica Wendy Hinds, en el Second Life. Al llegar a tierra, todas ellas recibieron un obsequio por parte del príncipe Felipe de Inglaterra. El Otago, uno de los dos veleros polacos que participó en la competición, finalizó en decimotercera posición entre las 17 naves que se batieron en los océanos.
Recibida como una heroína en su ciudad natal, Pienkawa ya tenía en mente un nuevo reto. Esta vez, rodear el globo terrestre en solitario. El destino y la carretera, sin embargo, truncaron el 31 de marzo de 1975, poco antes de cumplir los 20 años, el sueño de esta pionera.</r>
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“Era atleta, artista, filósofa y aventurera”, retrata su hermana Renata. Por eso, desde muy pronto quiso seguir los pasos de su padre Zdzislaw, arquitecto naval y marinero. Inquieta y transgresora -fumaba en pipa y acostumbraba a lucir una vestimenta siempre negra- comenzó a navegar con nueve años. En plena adolescencia, su progenitor decidió embarcarse en la ardua odisea de circundar el planeta a través del agua. Y ella, a contracorriente de las voces que decían que aquello se trataba de una locura, lo contempló como un hermoso desafío. Le costó convencer al rudo Zdzislaw, pero finalmente consiguió su objetivo, con la condición de que ciñese su tarea a la cocina y, de modo excepcional, hiciese alguna que otra guardia.
Convenció a su padre Zdzislaw para embarcarse en el Otago, pero con la condición de que ciñese su tarea a la cocina y a alguna que otra guardia
No lo dudó Iwona, recién adentrada en la universidad para cursar los estudios de arquitectura. Se subió al Otago, capitaneado por su propio padre. Un barco construido en 1959, de 18 metros de largo y cuatro de ancho, junto a nueve hombretones. Ahí nació su periplo, que partió desde Portsmouth y cruzó metas volantes en Ciudad del Cabo, Sydney y Río de Janeiro antes de regresar a la localidad inglesa. Por el camino, interminables horas entre pucheros y un hornillo. También, episodios inolvidables y recogidos posteriormente en Otago, Otago. Salud. Su obra. Un libro en el que relata la experiencia y describe sus sentimientos a lo largo de la primera regata en la historia de la Volvo. La belleza aturquesada del agua, las viriles conversariones de sus compañeros de expedición, las lecturas existencialistas de Proust que inspiraron muchos de sus pensamientos. O la noche del 5 de febrero de 1974, cuando atravesó el Cabo de Hornos a las cinco de la mañana. Ella simplemente hervía un poco de leche en ese momento.
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Solo tres mujeres completaron las cuatro etapas de aquella edición de 1973-1974. Una de ellas fue Iwona, de mirada profunda y ojos oscuros. Las otras dos, la italiana Zara Pascoli, a bordo del Tauranga, y la británica Wendy Hinds, en el Second Life. Al llegar a tierra, todas ellas recibieron un obsequio por parte del príncipe Felipe de Inglaterra. El Otago, uno de los dos veleros polacos que participó en la competición, finalizó en decimotercera posición entre las 17 naves que se batieron en los océanos.
Recibida como una heroína en su ciudad natal, Pienkawa ya tenía en mente un nuevo reto. Esta vez, rodear el globo terrestre en solitario. El destino y la carretera, sin embargo, truncaron el 31 de marzo de 1975, poco antes de cumplir los 20 años, el sueño de esta pionera.</r>