<img align="left" src="https://static4.abc.es/media/deportes/2023/02/02/oceanrace-krxG--620x349@abc.jpg">Está en marcha la antaño importante regata vuelta al mundo con escalas y tripulación, estrenada como Whitbread en 1973. Su recorrido de cuatro etapas, partió de Portsmouth con paradas en Ciudad del Cabo, Sídney y Rio de Janeiro antes de volver al puerto inglés. Tomaron la salida 19 barcos y 14 completaron el recorrido. En 2001 Volvo compró la regata y la rebautizó como Volvo Ocean Race, hasta un nuevo cambio de manos en 2019 y su actual denominación.
Muchas millas han sumado sus barcos. Inicialmente IORs, luego monotipos VOR 60, más adelante los prototipos Volvo Open 70 y los monotipos VO 65, que junto a los recién incorporados IMOCA 60 estaban llamados a esta 14ª edición. Pero finalmente los organizadores decidieron que los 65 pies solo disputarán tres etapas en el Atlántico. Resumiendo, solo cinco barcos compiten en esta vuelta al mundo con escalas y tripulación.
El declive de esta regata es innegable, pero más las razones. Destacando algunas, la cosa se complicó con el alto coste de prototipos Volvo Open 70, algunos ellos con un programa de dos barcos; la clasificación por puntos incluyendo las regatas inshore en vez del tiempo acumulado; la posibilidad de abandonar una etapa y reanudar la regata en siguientes etapas; el cambio de su recorrido, subiendo al norte tras Ciudad del Cabo y aumentando el número de escalas, también encareció los presupuestos. La organización pretendía con ello atraer patrocinadores con interés en el entonces emergente mercado asiático. Las etapas europeas de la recta final me parecen un buen ejemplo del despropósito al espíritu vueltamundista.
Las cosas se aguantaban con pinzas, la participación escasa, aunque de alta calidad, pero las primeras recesiones económicas fueron sacudiendo la rama del árbol y sus hojas caían irremisiblemente.
Cogiéndose a un metal ardiendo, al rojo vivo, incandescente y a punto de fundirse, los actuales gestores vieron en los IMOCA 60 su ¿última? oportunidad. Y mientras sabían cuan complicado sería juntar algunos monotipos VO 65, aguardaban angustiados la respuesta del “ecosistema IMOCA francés”. Las circunstancias les han ayudado a tener cinco de sus barcos en la salida. Otra cosa será cuantos pasan de Ciudad del Cabo, buen sitio para escaquearse y evitar la tremenda tercera etapa. Sin escala austral, serán 12.750 millas hasta Brasil. Poca broma.
Empezaba estas líneas recordando que 14 lo hicieron en 1972, pero en las siguientes ediciones de la Whitbread las cifras mejoraron, como sus 23 salidos y 21llegados en la edición 1989-90. Números que contrastan con la participación desde el inicio de este siglo, primero como Volvo Race y luego como Ocean Race, donde los salidos nunca han alcanzado los dos dígitos.
La pregunta del millón es cuántos barcos completaran todas las etapas del recorrido, o si es la crónica de una muerte anunciada de esta mítica regata.
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Muchas millas han sumado sus barcos. Inicialmente IORs, luego monotipos VOR 60, más adelante los prototipos Volvo Open 70 y los monotipos VO 65, que junto a los recién incorporados IMOCA 60 estaban llamados a esta 14ª edición. Pero finalmente los organizadores decidieron que los 65 pies solo disputarán tres etapas en el Atlántico. Resumiendo, solo cinco barcos compiten en esta vuelta al mundo con escalas y tripulación.
El declive de esta regata es innegable, pero más las razones. Destacando algunas, la cosa se complicó con el alto coste de prototipos Volvo Open 70, algunos ellos con un programa de dos barcos; la clasificación por puntos incluyendo las regatas inshore en vez del tiempo acumulado; la posibilidad de abandonar una etapa y reanudar la regata en siguientes etapas; el cambio de su recorrido, subiendo al norte tras Ciudad del Cabo y aumentando el número de escalas, también encareció los presupuestos. La organización pretendía con ello atraer patrocinadores con interés en el entonces emergente mercado asiático. Las etapas europeas de la recta final me parecen un buen ejemplo del despropósito al espíritu vueltamundista.
Las cosas se aguantaban con pinzas, la participación escasa, aunque de alta calidad, pero las primeras recesiones económicas fueron sacudiendo la rama del árbol y sus hojas caían irremisiblemente.
Cogiéndose a un metal ardiendo, al rojo vivo, incandescente y a punto de fundirse, los actuales gestores vieron en los IMOCA 60 su ¿última? oportunidad. Y mientras sabían cuan complicado sería juntar algunos monotipos VO 65, aguardaban angustiados la respuesta del “ecosistema IMOCA francés”. Las circunstancias les han ayudado a tener cinco de sus barcos en la salida. Otra cosa será cuantos pasan de Ciudad del Cabo, buen sitio para escaquearse y evitar la tremenda tercera etapa. Sin escala austral, serán 12.750 millas hasta Brasil. Poca broma.
Empezaba estas líneas recordando que 14 lo hicieron en 1972, pero en las siguientes ediciones de la Whitbread las cifras mejoraron, como sus 23 salidos y 21llegados en la edición 1989-90. Números que contrastan con la participación desde el inicio de este siglo, primero como Volvo Race y luego como Ocean Race, donde los salidos nunca han alcanzado los dos dígitos.
La pregunta del millón es cuántos barcos completaran todas las etapas del recorrido, o si es la crónica de una muerte anunciada de esta mítica regata.
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